Eran las tres de la mañana, y revisando un poco el blog debido al insomnio, descubrí este comentario firmado con el nombre que tanto me gusta encontrar: anónimo. Tras leerlo, no podía salir de mi asombro.
"Tu blog no es gran cosa. Sin embargo, por extrañas razones, cada palabra que en él está escrita, cada línea, cada verso, forma parte de mi ser, se ha convertido en réplica de mi existencia, es el eco de mis propias ansias. No sé como lo has conseguido, pero todos tus textos son reflejos de mis sueños de infancia, dices todo lo que en algún momento he pensado, y lo que es peor, todo lo que algún día pensaré."
Salvo por la primera frase, el resto bien. Tras la sorpresa inicial, la siguiente reacción fue no tomármelo muy en serio. Alguna broma. Seguro que algún amigo con ganas de hacer el chiste. Ya descubriría quién.
Casi lo había olvidado por completo cuando unos días después recibí otro comentario anónimo.
"Tu blog no es gran cosa. Pero es un puñal que se me clava dulcemente en las entrañas, depositando electricidades afiladas que se esparcen por mis arterias y se acomodan en los recovecos más privados de mi ser. Guardo tus palabras en el corazón, en el alma, en el útero. No nos conocemos, pero es como si te conociera de toda la vida. Tengo que decirlo: te amo."
Que no cunda el pánico, pensé. Tenía que tratarse de una broma. Si no era eso, sin duda se trataría de una psicópata (¡había utilizado la palabra útero!). Comencé a realizar investigaciones e incluso a aplicar el tercer grado a mis conocidos para averiguar si alguno de ellos era el responsable de semejantes mensajes, pero no obtuve resultado alguno. El tercer anónimo no tardó en llegar.
"Tu blog no es gran cosa, pero necesito conocerte".
A continuación había escrito el día, hora y lugar donde quería que se produjera la cita. Cuando llegó el día convenido, allí me presenté, un poco temeroso, pero con ganas de descubrir de qué iba todo eso. Por fin conocí a mi admiradora. La chica con el rostro más dulce que haya visto jamás me dio la bienvenida más calurosa que se puedan imaginar con tan sólo desplegar una sonrisa. Me ahorraré los pormenores de esa cita, así como de las siguientes, pero les diré que a pesar de mis primeras reticencias, viví unos días mágicos, felices, en los que compartí mucho más de lo que había compartido en toda mi vida. Ella era todo lo que siempre soñé, me hacía sentir tremendamente cómodo en su compañía, cómodo conmigo mismo. Fue toda una revelación, una inspiración para vivir, hasta para escribir, tras cada cita regresaba a casa en un estado de euforia y plenitud que me hacía sentarme frente al teclado y escribir como bajo los efectos de una musa generosa, derrochadora, talentosa. Después incluso conseguía dormir, dormir como hacía tiempo que no lograba, libre de insomnios, libre de inquietudes y malos pensamientos, en paz.
Tras unas semana de flotar entre las nubes, desperté en plena resaca, dándome cuenta de que, de alguna manera que todavía no sé explicar, había perdido el contacto con ella. No tenía ninguna cita concertada, no había modo de que pudiera comunicarme con ella, a menos que ella me dejase otro mensaje en mi blog. Pero pasaron los días, y aunque me pasaba las horas contemplando mi blog obsesivamente, no encontraba señales de mi admirada admiradora. Vuelta a las noches insomnes. Comencé a escribir textos en mi blog en los que sugería cuánto la amaba, en los que trataba de hacerle entender que quería verla, en los que prácticamente trataba de invocarla como si de un espíritu se tratase. Finalmente, apareció, para ponerle fin a todo. Su último mensaje, tan escueto como tajante, sonaba a bloque de hielo, a un viejo adiós.
"Tu blog es muy bueno. Gracias por todo".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario