-¡Adivina qué voy a sacar del sombrero! -gritaba Katiuska, exhibiendo una sonrisa de genuína excitación.
-¡Un gato siamés! -respondía Pretérito con la misma sonrisa y mismo ánimo.
-¡No! ¡Un ramo de gladiolos! -exclamaba Katiuska mostrando orgullosa las flores.
-¡Bravo, Katiuska!- aplaudía Pretérito.
La cantinela se repetía una y otra vez. Katiuska lanzaba su invitación como si fuera lo más impresionante hecho nunca.
-¡Adivina qué voy a sacar del sombrero!
Entonces Pretérito decía cualquier objeto, el primero que se le pasase por la cabeza, y a continuación Katiuska sacaba por arte de magia algún objeto de su misterioso sombrero, y Pretérito aplaudía alegremente diciendo invariablemente:
-¡Bravo, Katiuska!
Siempre era así, pero era hermoso verlos, siempre sonrientes, siempre apasionados con su acto.
-¡Adivina qué voy a sacar del sombrero!
-¡Un triciclo rojo!
-¡No! ¡Un despertador estropeado!
-¡Bravo, Katiuska!
El hecho de que Pretérito nunca acertase no pasó desapercibido. Muchos decían que era imposible acertar, habiendo tantos objetos que Katiuska podía sacar de su sombrero. Pero algunos empezamos a sospechar que en realidad Katiuska siempre sacaba algo diferente de lo que Pretérito decía con la intención de que nunca acertase. Estas sospechas fueron tildadas de malintencionadas y sin fundamento por los defensores de Katiuska. ¿Cómo iba Katiuska a jugar tan suciamente? Tenía la cara más angelical que se podía imaginar, ningún acto de maldad podía salir de ella. No había más que escucharla decir esa frase, con toda su alegría, ingenua excitación y ausencia de malicia:
-¡Adivina qué voy a sacar del sombrero!
Lo decía como si verdaderamente desease que Pretérito lo adivinase. En cuanto a Pretérito, la verdad es que él tampoco parecía pensárselo dos veces a la hora de responder:
-¡Un gusano de seda!
La sonrisa de Pretérito seguía imperturbable cuando Katiuska sacaba del sombrero cualquier otra cosa.
-¡No! ¡Una caracola!
-¡Bravo, Katiuska! -aplaudía Pretérito, sinceramente, y tan contentos se preparaban para una nueva intentona.
Yo fui testigo de ese día en el que las sopechas aumentaron. Algunos prefirieron obviarlo, pero muchos otros recordaremos siempre lo que sucedió aquel día. Una vez más, Katiuska rompió el hielo con sus famosas palabras:
-¡Adivina qué voy a sacar del sombrero!
-¡Un cocodrilo! -aventuró Pretérito. Entonces, dos o tres segundos de silencio interrumpieron la rutina. Katiuska se sintió extrañamente confusa y todavía tardó un par de segundos más rebuscando en su sombrero.
-¡N-No! - balbuceó. -¡Un plato de sopa!
-¡Bravo, Katiuska!
Algunos juraron ver cierto estupor oculto en el rostro de Pretérito al decir estas palabras, otros afirmaron que se notaba que el plato de sopa estaba recién hecho e improvisado a última hora, y otros llegaron a decir que pudieron ver algún diente de cocodrilo a punto de salir del sombrero. Sin embargo, pasaron los años, y jamás se pudo confirmar sin lugar a dudas que la actitud de Katiuska al sacar objetos del sombrero fuese deshonesta. Pretérito jamás se quejó de nada. Todavía hoy, gastada por el paso de los años, pero prácticamente con el mismo entusiasmo de siempre, se puede escuchar la voz de Katiuska retando:
-¡Adivina qué voy a sacar del sobrero!
-¡Un tazón de chocolate! -responde Pretérito, con voz todavía alegre, pero con inconfundibles matices de cansancio.
-¡No! ¡Un pijama sucio!
-Bravo, Katiuska.
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