martes, 21 de agosto de 2007

Dejando Verónica

Desperté temprano con la inquieta y punzante necesidad de huir de aquella cama como un rayo.
Mirando atrás estaba la noche, cuando fui titánico, cuando fui alado, fui tenaz, cálido, hielo, sonrisa tierna y cínica, domador de leones.
El rastro de la noche todavía flotaba en el aire, un aroma de invocaciones divinas, casi satánicas, un eco de gritos y susurros fantasmales, y por supuesto, Verónica en su cama, dormida y secreta.
La probabilidad de poder ser solamente yo esa mañana fue un cohete. Diseñé una gran mentira para escribir una nota disculpa. La inventé tan magnífica y tan digna de la noche, que antes de precipitarme calle abajo, le hice algunas fotocopias para usarla en próximas ocasiones. Corre, cabrón, corre.

No hay comentarios: