Marta ha regresado a Europa y ha empezado por la costa, con mucho cuidado, y sin salirse. Todavía le queda un largo trabajo por delante. Lo que la ha conducido a hacer todo esto fue una idea muy sencilla y sin la menor trascendencia, aunque por puro accidente ha desembocado en toda esta locura. Así empiezan siempre los grandes proyectos de la humanidad, partiendo de una pequeña y simple idea que deriva por azar en algo catastrófico o magnífico, o ambas cosas.
La idea de Marta había sido pintar de verde la puerta de su garaje. Compró dos botes de pintura verde lechuga, un par de brochas redondas, dos batas, dos gorros, dos pares de gafas protectoras y dos mascarillas para evitar la intoxicación. Posiblemente todo eso era más de lo que necesitaba para pintar la puerta del garaje, pero puedo asegurar que lo ha utilizado todo, y con creces. Antes de ponerse manos a la obra, justo cuando iba a buscar algunos papeles de periódico para no manchar el suelo, dejó los botes de pintura dentro del garaje. Marta no es muy ordenada, y su garaje estaba patas arriba. Por eso, mientras salía, tropezó con un triciclo, el triciclo movió el barco pirata de los clics, el barco salió disparado hasta chocar con un balón de playa que impactó contra una vieja estantería destartalada. Sobre la estantería había un globo terráqueo, que debido al golpe sufrido con la pelota, cayó justo dentro de uno de los botes de pintura. Marta intentó limpiarlo por todos los medios, pero no hubo manera. El globo terráqueo se había vuelto verde y no salía. Su idea comenzó a madurar mientras pintaba la puerta del garaje, y acabó de concretarse pintando su casa de arriba abajo con su verde lechuga. Y fue a comprar más pintura. La única manera de solucionar el tema de su verde maqueta era tomar el todo por la parte. No le fue fácil encontrar el mismo tono verde lechuga en todas partes. Tuvo que hacer alguna mezcla con esencias de vegetales. Comenzó en América del Sur, y no ha cejado en su empeño. Ahora retoma su labor en el viejo continente, aunque me consta que no ha terminado su trabajo en las Américas. Tendrá que regresar. Ya he dicho que Marta no es muy ordenada.
Enrique cree que Marta está loca. A él nunca le ha gustado pintar. Ni la informática. Siempre se ha negado a tener un ordenador, no les ve ninguna utilidad. Dice que un ordenador sólo le ocasionaría problemas y que es más feliz sin él. Últimamente ha mostrado cierto interés por algo llamado "internet". Cuando le he explicado lo que es, le pareció buena idea. "Tendrás que tener ordenador si quieres internet", le dije yo en modo mefistófeles. Enrique se quedó un rato dudando y finalmente dijo: "Hombre, internet parece que está bien, pero... ¿ no me lo podrías imprimir?"
La gente dice que no me esfuerzo demasiado. Yo sé que pongo toda la carne en el asador. Pero es que tendrían que ver ustedes el asador.
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