martes, 30 de octubre de 2007
Consumo propio
Ayer se me cayó un dedo. Lo recogí con cuidado, lo limpié con un poco de agua, lo sequé, me hice un bocadillo y me lo comí. Usé pan bimbo. Ya sé que no he hecho bien. Ni por el pan, ni por el dedo. Sé que no debí haberlo hecho, estuvo mal, sobre todo porque no tenía ninguna necesidad. Ni siquiera tenía mucha hambre. El aburrimiento lleva a uno a hacer estas cosas a veces. De todas maneras, que conste que me comí el dedo después de habérseme caído, y no mientras todavía estaba pegado a la mano, como muchos quieren hacer creer. Con esas cosas no se bromea. Yo, al menos, no me dedico a poner carnicerías, ni subastaré mis pellejos al primer tratante. Odio a toda esa gente con tan poca personalidad, con cara de muerto, con esa sangre tan láctea, con tanta tristeza injustificada y vergonzosa, que hasta sus ojos parecen capturados, y rígidos, y hielo, y para qué hablar de sus palabras prescindibles y mamarrachas y sus dedos insípidos y huesudos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario