Uno de los ratones que viven en el desván de la casa de mi abuela ha aprendido a leer. Al contrario que los demás ratones, que se dedicaban a corretear de agujero en agujero, éste llevaba meses hojeando entre los viejos libros de texto de mi tío, entre antiguas revistas de mis padres y algún tebeo que yo ya había olvidado que estaba allí. De esta manera llegó a comprender el sentido de todos aquellos símbolos que se agrupaban formando palabras, frases, versos...
Los demás ratones, considerando que eso de la lectura era un peligro para todos, no tardaron en matarlo.
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