martes, 21 de agosto de 2007

Scratch

El día en que por fin recuperaron su libertad no paró de llover. LLovió tanto que cuando quisieron dar rienda suelta a su euforia celebrando la ruptura de sus cadenas, casi se ahogan en un charco. Ahora no se atreven a salir de debajo de una piel de kiwi. Y no vean cómo pica la dichosa piel. Eso sí, se han organizado muy bien para rascarse los unos a los otros de modo que no haya ni una sola parte de sus cuerpos que no sea alcanzable con un sencillo movimiento de uña. Lo malo es que mientras rascan y son rascados no se dan cuenta de que ha dejado de llover... Quién sabe, quizás algún día volverán a recuperar su libertad y las condiciones meteorológicas no sean tan adversas.

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