martes, 11 de septiembre de 2007

En el periódico

Vi tu cara en el periódico. No comprendí qué me querías comunicar. Supuse que era la noche de los muertos vivientes, pues por lo que a mí respecta... Ninguna novedad.
Escruté tu rostro, traté de interpretar esa sonrisa difusa e inamovible, ahí se ocultaba algo, era evidente, pero la criptografía de tus facciones nunca ha sido lo mío, he de admitir. No estaba segura de si preguntabas algo o respondías a todas mis viejas preguntas, ni siquiera podría asegurar si conspirabas nuevamente o pedías perdón por toda tu estela de pasos erróneos. Quizás todo era una casualidad. Pero en tu caso jamás hubo nada casual. Nada se dejaba al designio del azar, aunque quizás sí de la catástrofe. Por ello, tu presencia entre las noticias del día habría de estar perfectamente calculada para hacerse sitio entre el café y las nostalgias, y darme la oportunidad de decir maldita seas una vez más. Y qué pesada, que no puedo leer el periódico tranquila sin tener que asimilarte, que no puedes dejar de ser noticia constante, que no hay día en que tu ego no se sobreponga a mis olvidos.
Y qué pesada yo, que no consigo que me dejes en paz, que no encuentro la manera de combatir a la casualidad de que aparezcas en cualquier parte y a cualquier hora. Diez años sin verte, y viéndote sin parar. Por eso, aún ahora, contemplando tu sonrisa congelada en el periódico, mientras tu cuerpo yace inmóvil junto a ese coche destrozado y te cubren con una sábana, sé que volverás, que aparecerás nuevamente, en forma de cualquier cosa intangible para tratar de decirme qué sé yo, tus cosas.

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