martes, 4 de noviembre de 2008

Ella no cree en la duración

I

Esta noche soñé palabras. Fue un sueño ensordecedor, porque aquellas palabras retumbaban en mis oídos con la fuerza de un cañón. Sonaron con tanto estruendo que cuando desperté todavía se escuchaba su eco en mi memoria y en las paredes de mi cuarto. Rápidamente me apresuré a escribirlas, a ver qué era todo aquello.

"Ella no cree en la duración
y dura tanto
eterna eterna
santa santa
no quiere ser

sobre báculos desmoronados
cocina su sopita
material
de lágrimas
cenizas de los santos
sangre de puta
grasa burguesa
huesos molidos de canónigo

con pincel
de pelo de Vírgenes
pinta blasfemias
en los muros en ruinas
hondo hondo
bajo la catedral

le conjura
ella le ama
él a ella no
siempre siempre
pasa él ante ella"

¿Qué diantres era eso? ¿Por qué se aperecieron todas esas palabras en mi sueño? ¿Tenían algún sentido? Esas palabras sin duda no me pertenecían, y era muy extraño verlas ahora escritas por mi mano, como si alguien me las hubiese dictado.
Cuando esta tarde me he sentado frente al ordenador y se me ha ocurrido escribir la primera frase en el google, descubro para mi asombro, que todo eso es un poema de Heinrich Böll. Puedo prometer que jamás he leído nada de él, que lo conozco porque mi tío tiene un libro suyo en casa, pero aseguro que ni siquiera lo había hojeado. No encuentro ninguna explicación a este hecho, y me siento tan desorientado que tengo que confesar que he llegado a asustarme. ¿Por qué he soñado un poema de Heinrich Böll?

II

Hace algún tiempo que Emma se siente perdida, desesperada. Dice que Pedro, su marido, no la comprende, o que ella no lo comprende a él. Que Pedro se comporta de manera muy extraña, que no es el mismo de siempre.
-Habla en sueños. Cada noche dice cosas más raras -me contó ayer entre sollozos.
-¿Y qué dice? -le pregunté yo.
-Cosas incomprensibles. Habla sobre sangre de putas, y pelos de vírgenes. Yo creo que me engaña con otras.
No tardé en reconocer el mismo poema que yo mismo había soñado la noche anterior. Pedro lo había soñado también.
-¿Sabes qué ha estado leyendo Pedro últimamente? -traté de indagar.
-¿Pedro? Pero si no ha abierto un libro en su vida.
-Entonces, ¿no está familiarizado con la literatura alemana de posguerra?
-¿Qué?
-Nada, olvídalo.
Decidí no explicarle a Emma nada relacionado con mi sueño, o con el significado de las palabras de su marido. Por el contrario, lo que decidí hacer fue consolarla, seducirla con mis malas artes, llevármela a la cama y hacerle el amor hasta altas horas de la madrugada. Yo no desaprovecho un momento de debilidad.
Después de una noche que no olvidará, Emma se durmió. Más tarde, fue ella la que en sueños recitó el poema de Heinrich Böll.

III

El 100 % de los encuestados afirmó que jamás había oído hablar de ningún poeta llamado Heinrich Böll. Sin embargo, tras enseñarles su poema Colonia II, el 85 % declaró que lo conocían, o que les sonaba de algo, y hasta un 55% llegó a confesar que habían soñado con él. Era evidente, pues, que de alguna manera, el sueño de dicho poema se estaba propagando entre muchos de nosotros. El motivo era un auténtico misterio.
Fue Katarina la que realmente se obsesionó con el tema. Tras haber soñado con el poema varias noches, haberse despertado con los versos en su boca, y tras saber los resultados de mi encuesta, decidió que tenía que desentrañar las causas de esa extraña conexión. Para ello, decidió aplicarse duramente a analizar cada verso del poema, a estudiar exhaustivamente la obra completa de su autor y a desentrañar cada aspecto de su vida. Con todo ello, pensaba Katarina, encontraría las causas de la aparición de Colonia II en nuestras vidas, en nuestros sueños. Yo prometí ayudarle. De vez en cuando trataba de enzarzarme en la obra de Heinrich Böll y aportar alguna idea en el proyecto de Katarina. Finalmente, logré mi objetivo, que por supuesto no era otro que seducirla con mis malas artes y llevármela a la cama. Hicimos el amor durante horas, hasta la madrugada, hasta quedarnos dormidos de extenuación y acabar recitando en sueños y al unísono el poema de Heinrich Böll.
A la mañana siguiente, ni Katarina ni yo estábamos allí. De todos modos, ella no cree en la duración, tampoco.

1 comentario:

viktoria dijo...

Buenísimo!!! encontré el link de casualidad y pasé...